18 enero 2006

Artículo de opinión. Cómo elegimos a nuestros parlamentarios

9.10.05
www.elcorreodigital.com

COMO ELEGIMOS A NUESTROS PARLAMENTARIOS
ANDONI UNZALU GARAIGORDOBIL


Al final de la dictadura de Franco, con una oposición débil, con unos partidos con estructuras incipientes, una fragmentación de partidos, partiditos y asimilados, y con un miedo real a que el caos y enfrentamiento de partidos pudiera destruir la democracia antes de su consolidación, se optó por reforzar las estructuras de los partidos buscando, conscientemente, que fueran fuertes y poco numerosos. Con estos criterios se elabora la legislación electoral. Todos estos objetivos han sido cubiertos no sólo de forma satisfactoria, sino que en la actualidad es necesario revisar las consecuencias perversas de otro tipo que han generado.

Los elementos negativos que a mi entender ha originado esta política son los siguientes:

1. La ruptura de un principio básico, que si bien no tiene por qué ser de aplicación mecánica, mantiene con total actualidad su verdad antigua: 'Un ciudadano, un voto'.

Esta afirmación no me parece a mí una mirada nostálgica al XIX. Es más, creo, con Bobbio, que es un índice importante para medir la existencia de la democracia misma. Que un voto pese lo mismo que otro voto. No parece razonable que, con datos de esta legislatura, el PP tenga un diputado por Soria con 14.593 y al mismo partido cada uno de Barcelona le ha costado 97.100

2. Desequilibrio en la representación del Parlamento respecto a las afinidades políticas reales de los ciudadanos.

El desequilibrio no sólo es territorial. He aquí los de esta legislatura: cada diputado del PSOE ha costado 67.232 votos, del PP 65.967, de CiU 83.547; cada uno de ERC, 81.524; del PNV, 60.140; del BNG, 104.344, pero a IU cada uno de los dos que tiene le ha costado 400.910. Como se ve, cada diputado nacionalista aporta bastantes más votos que los de PSOE o PP. Por eso, quien afirma que los partidos nacionalistas tienen sobrerrepresentación miente de forma interesada. La dinámica de los partidos y el sistema electoral han forzado a concentrar el voto en sólo dos partidos y en los nacionalistas, haciendo inviable cualquier otra opción. En las generales del año 1979, los dos primeros partidos (UCD y PSOE) obtuvieron el 58,96% de los votos, el año 2004 (PSOE y PP) han obtenido el 81,08%. Durante las mismas elecciones de 1979, los votos de ofertas que no obtuvieron representación fue de 1.374.255 (7,52%); el año 2004 fueron 945.217 (3,71%). Me parece claro que el sistema electoral, marginando los restos, ha propiciado el auge de dos grandes partidos obligando a los pequeños a concentrar el voto en demarcaciones autonómicas, forzándolos a adoptar posiciones nacionalistas en la lucha del mercado electoral.

3. La imposibilidad de representación parlamentaria de ofertas políticas complementarias a los grandes partidos fuerza a ocupar este espacio a los partidos nacionalistas.

En esta legislatura hay 14 grupos o partidos que tienen representación parlamentaria en el Congreso. De estos sólo tres son partidos de opción global: PSOE, PP e IU. Además, a este paso, como IU no se ponga ropajes regionales, va a desaparecer. (Bueno, la verdad, IU ha hecho un gran esfuerzo en este terreno, de los 5 diputados que tiene sólo dos son IU. En la últimas elecciones IU se ha presentado con otras seis marcas electorales: Cataluña, Islas Baleares, Islas Canarias, Extremadura, Aragón y Países Valencianos, siempre respetando las delimitaciones de comunidades autónomas y en casi todas ellas buscando un ropaje autonomista o localista). El resto de partidos son todos nacionalistas o localistas. Lo clamoroso es la ausencia de ofertas globales complementarias al PSOE y al PP. Cuando en la actualidad las ofertas complementarias no tienen ninguna opción de representación -pudiendo, si existieran, cumplir un papel moderador y de mitigación de las alternancias, facilitando éstas al reducir el miedo al cambio dando consistencia al ámbito común- este espacio ha sido invadido por los partidos nacionalistas, pervirtiendo la función de poner coto a las mayores respetando el interés general.

Siendo este espacio intermedio fagocitado por los localismos, la dinámica del mercado electoral obliga a ser cada vez más nacionalista para competir, y a las opciones complementarias, como los verdes por ejemplo, les obliga a desaparecer o ponerse los trajes folclóricos correspondientes.

Por ello digo que los nacionalismos han colonizado un territorio desertizado por los dos grandes partidos -al impedir la existencia de otros pequeños partidos de opción global- creando con ello unos problemas mucho mayores. Con ello no quiero decir, ni mucho menos, que sería conveniente anular la representación nacionalista, sino que afirmo que, al no existir partidos intermedios, esta función ha sido absorbida por los nacionalismos, poniendo en riesgo el ámbito común.

4. Fuertes restricciones al debate público.

La teoría de los dos partidos que se alternan, para tener alguna consistencia, presume que las estructuras partidarias son ellas mismas espacios de debate y crítica donde pueden convivir y publicitarse, de forma simultánea, diferentes sensibilidades. La mercadotecnia actual ha obligado a los partidos a personalizar las ofertas políticas impidiendo, además 'manu militari', toda discrepancia interna, que viene siendo sistemáticamente castigada por los electores. Ni siquiera el más ingenuo puede decir que los partidos fomentan el debate o la crítica. Se han convertido, casi exclusivamente, en máquinas de poder. Por ello la necesidad de pequeños partidos con opciones alternativas se está convirtiendo en la actualidad absolutamente necesaria para la existencia del debate público.

5. La eliminación total y absoluta del mandato legal a los electos como cargos no compromisarios.

La legislación electoral actual, si bien da un papel preponderante a los partidos, como compensación rescata a los electos de la disciplina de partido, dotando a los parlamentarios de autonomía legal. Hay en día es esto una ficción que sólo en las normas se vislumbra. La única vez que hemos comprobado su eficacia ha sido con ocasión de la ilegalización de Batasuna.

6. La eliminación total del rol de los partidos como estructuras de primera selección, en concurrencia con igualdad de oportunidades, de los candidatos.

Este sistema de primacía absoluta de los partidos olvida totalmente que en las elecciones no votamos a los partidos sino que escogemos a las personas para que gestionen nuestra representación. Y esta cuestión, la de elegir quiénes van a ser nuestros representantes, ha sido absolutamente secuestrada por el sistema. Los votantes no tenemos la más mínima posibilidad de poder decidir sobre qué personas queremos que nos representen. La cesión de este poder de primera selección a los partidos se basa, fundamentalmente, en dos premisas: una fuerte afiliación a los partidos, de forma que una parte importante de los ciudadanos participa en este proceso selectivo, y la existencia de los partidos como espacios de libertad donde los posibles candidatos concurren en igual de oportunidades, valorando sólo su capacidad, la oferta que proponen y su vocación de servicio público (no se me ría, querido lector, le juro que es lo que pone el manual).

De este tema poco es necesario explicar, cuando poquísimas personas que controlan los aparatos de los partidos deciden los candidatos, muchas veces por motivos no confesables, creando de esta forma un sistema de dependencias personales que anulan totalmente la posibilidad de actuar de forma autónoma a los cargos electos.

Últimamente, a veces, se oye hablar de la necesidad de modificar el sistema lectoral. A mí me parece bien, pero creo necesario un debate público para que no resulte un cambalache de los dos grandes partidos que, a medio plazo, genere aún más problemas.

1 comentario:

krollian dijo...

El artículo es impecable. Si las circunstancias han cambiado, la única culpable de la situación es la falta de voluntad de los partidos mayoritarios.